Marcus Rashford llegó para días como el de ayer: partido de Champions fuera de casa, en un St. James Park abarrotado con una atmósfera espectacular. Frente a un equipo muy sólido como el Newcastle de Eddie Howe, que impuso una presión alta y muy agresiva, el Barça tuvo dificultades, especialmente durante varios tramos del encuentro donde los intentos de Pedri y Frenkie de Jong no lograron poner orden en el caos.
Un primer tiempo difícil y un segundo lleno de oportunidades
El Newcastle inició el segundo tiempo con la misma intensidad, poniendo un ritmo difícil de manejar para cualquier equipo, incluso para el Barça. Pero en una jugada aislada que no parecía ofrecer mucho peligro, Jules Koundé sorprendió con un pase que encontró a Marcus Rashford en un espacio libre dentro del área, quien, con calma, rompió la igualdad en el marcador.
Rashford, un jugador en constante intento hasta lograr el gol
Hasta ese momento, Rashford no había estado en su mejor versión. Había perdido 15 balones, no había conseguido ningún regate de los tres intentados y sus disparos se habían ido lejos o estrellado contra un rival. Sin embargo, nunca dejó de intentarlo. Su persistencia dio frutos cuando anotó ese primer gol, lo que impulsó su confianza para la siguiente jugada.
Un zarpazo que definió el partido
Impulsado por la confianza del gol anterior, Rashford se atrevió a ejecutar uno de esos disparos que lo comparaban en sus inicios con Cristiano Ronaldo en el United. El partido se selló, con el marcador final de 1-2, un resultado que recordaremos más por las acciones de Rashford que por el desarrollo completo del juego. Y para eso, entre otras cosas, llegó Rashford al Barça.
